Versátiles y accesibles, las papas son un infaltable en la cocina local. Ya sea cocidas, al vapor, salteadas, al ajo, fritas o en tortillas las posibilidades para servir son muchas.
Su precio, generalmente bajo, y la duración ayudan a que estén muy presente en nuestra mesa pero lo que no se sabe mucho es que son tan antiguas que se cultivaron entre 4.000 y 8.000 años atrás en Los Andes, y desde acá cruzaron los océanos para instalarse definitivamente en los menús de distintas culturas.
Según cuenta Marité Pérez, cocinera y Embajadora Cultural de Chiloé las papás son “tubérculos, de la misma familia que el camote o la yuca”. Para esta mujer considerada Patrimonio Tesoro Humano Vivo de la Humanidad Unesco y experta en papas ha vivido rodeada de este alimento a habitar una zona donde el cima y suelo son ideales para su cultivo.
Marité señala que “las papas son una fuente de energía que nos aporta más vitaminas y minerales y menos calorías de los que se le atribuyen normalmente. En Chile existen más de 211 variedades de papas, cada una varía en tamaño, color, forma, sabor, y esto depende de dónde se cosecha”. Esta cocinera forma parte de la campaña “Heinz, el sabor de la diversidad”, que se realiza como una forma de homenajear a las más de 211 variedades de papas de Chile.
Entre sus propiedades está el que contienen vitaminas A, B y C, y algunas variedades tienen propiedades antioxidantes, con altas cantidades de cobre, el que ayuda a la actividad cerebral. Además contienen sustancias que colaboran con el sistema inmunitario como quercitina, carotenoides (en las variedades de carne amarilla), antocianinas (en las violáceas y azules), ácido clorogénico y ácidos cafeicos, entre otras.
Asimismo contienen fibra y por su alto contenido de carbohidratos ayudan a saciar.
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