Según información de la Dirección Meteorológica de Chile, este otoño es el que más lluvias ha acumulado en los últimos 22 años en Santiago. De acuerdo al organismo, durante junio han caído 183,1 milímetros de agua en la capital, superando los 146 milímetros registrados en 2005.
Las, en apariencia, inusuales lluvias registradas las últimas semanas, despiertan el optimismo respecto de un posible fin de la mega sequía que afecta la zona norte y centro sur de nuestro país, hace 14 años. De hecho, hace algunos días, el Centro del Agua y Observatorio Climático de la Universidad San Sebastián publicó un análisis donde expone que 8 de los 25 embalses de la Dirección General de Aguas están por sobre los niveles observados en 2023. Es más, los embalses El Yeso (Región Metropolitana) y Los Aromos (R. de Valparaíso) están a un 89% y 99%, respectivamente, de su capacidad.
Sin embargo, el mismo reporte también advierte que el volumen total de agua en estas obras alcanza el 44%, donde la mayoría de los embalses en el país tienen menos agua acumulada de la que debieran. En efecto, pese a que (como ya se mencionaba) en la Región de Valparaíso Los Aromos está prácticamente lleno, la realidad es muy distinta para Peñuelas, que está en apenas un 3% de su capacidad, mientras que en promedio los embalses de la Región de Coquimbo están en un 13%.
“Hemos tenido un comienzo de invierno muy afortunado respecto de la cantidad de agua que ha caído en la Región Metropolitana. Pero debemos recordar que la mega sequía que enfrenta el país es estructural y no se soluciona con un año donde se generen buenas reservas de agua”, aclara al respecto la geógrafa y vocera de Greenpeace, Silvana Espinosa.
El experto en hidrología andina y glaciólogo, Dr. Alexis Caro, expresa que si bien aún podemos esperar más lluvias -pues, en un año normal, los meses más lluviosos son junio y julio, e incluso se pueden registrar importantes precipitaciones en agosto-, dos años con precipitaciones normales no tienen la capacidad para terminar con una mega sequía.
“Si este año logra tener precipitaciones normales, serían dos años seguidos con lluvias cerca o sobre lo normal, lo que no se registra desde 2006. Pero es importante recordar que lo que se estima como un año normal es el resultado de un promedio que considera la precipitación total anual por un periodo de 30 años, en los cuales siempre hay años con menos y más precipitaciones”, explica el experto.
Espinosa profundiza en el punto y complementa: “Si miramos más allá del promedio y observamos el comportamiento de las precipitaciones o acumulación de nieve en los últimos 10 años, lo que vemos es que la tendencia es hacia una reducción en la ocurrencia de episodios de lluvia, lo que derivó en que, en lo que va del año, el gobierno ha emitido Decretos de Escasez Hídrica en 49 comunas del país, repercutiendo en más 1.600.000 personas”.
Con todo, lo importante para los especialistas es entender que la sequía no se ha acabado y que considerar que estos episodios son suficientes para revertir esta situación es sumamente perjudicial, ya que puede implicar que se relajen las medidas de cuidado en la materia. “Creer que estamos ‘salvados’ y tenemos efectivamente agua asegurada hasta 2025 (al menos en los casos de las regiones Metropolitana y de Valparaíso), podría generar una falsa sensación de tranquilidad que posibilite, por ejemplo, que sigamos rellenando humedales, permitiendo la explotación minera cerca de glaciares o entregando más derechos de agua de los que los territorios pueden aguantar. Lo cierto es que dos regiones del país han tenido la fortuna de poder rellenar sus embalses en un mes, pero la gran parte del país está muy bajo la capacidad de almacenamiento. Esto, sumado al fenómeno de La Niña y su característica principal que tiende a una disminución de las lluvias, nos avisa que la sequía sigue acechando, por lo que debemos ser más responsables y cautelosos”, advierte la vocera de Greenpeace.
Espinosa añade que uno de los objetivos de la campaña que Greenpeace Chile está empujando por estos días, “Subamos la voz, bajemos Los Bronces”, precisamente radica en aquello: proteger de forma más determinada las reservas de agua de la capital.
“En sus estudios de impacto ambiental para la ampliación de la mina (proyecto conocido como Los Bronces Integrado), la compañía fue muy laxa al analizar cómo su operación podría afectar el ecosistema y la naturaleza de la zona de operación y de toda la región. Ejemplo de ello es que declararon como impactos no significativos sus posibles afectaciones a glaciares y flujos de agua superficiales y subterráneos, utilizando para ello modelos que no sólo son poco precisos, sino que derechamente presentan inconsistencias metodológicas claras”, acusa la geógrafa, y agrega que, en el caso de la subcuenca Estero Yerba Loca, estos reportes no incluyeron el análisis integrado de los procesos y posibles impactos indirectos que la actividad minera podría provocar en el lugar.
“Creemos que esta falta de análisis integral es un acto premeditado, que imposibilita conocer el impacto real de una actividad antrópica sobre un entorno natural. Ejemplo de ello es que en estos informes, la caracterización que realizaron de los glaciares, en su contenido de hielo y los aspectos que evidencian su dinámica de flujo, no tiene relación con los estudios de depositación de material particulado o carbono negro en sus superficies, o de las vibraciones que podrían afectar su dinámica, factores que resultan catastróficos para la preservación de sus masas de hielo, que son nuestras reservas de agua para el futuro. A mi parecer, estas acciones buscan desinformar a la autoridad y las comunidades, en pro del beneficio de unos pocos”, comenta Espinosa.
Comments