Por Cristina Cid, Líder de Contenido Educativo Kodea - IdeoDigital
Después del año de pandemia recién pasado, duele mucho escuchar que los estudiantes han aprendido muy poco o casi nada. Las cifras no han sido nada alentadoras tampoco, los resultados del último Diagnóstico Integral de Aprendizaje (DIA) de la Agencia de la Calidad de la Educación, dio a conocer que, los estudiantes entre sexto básico y 4° medio no llegaron al 60% de los aprendizajes en 2020.
A pesar de esto, me resisto a pensar que ha sido un año perdido. De hecho, pienso que sí han ocurrido muchos aprendizajes que quizás no hubieran sucedido en un año “normal”. Un estudiante solo o con su familia en casa, ha realizado muchas actividades. Ha aprendido jugando, se ha familiarizado con el mundo digital desde otros puntos de vista, se ha organizado, ha compartido, se ha equivocado, diseñado su disciplina diaria, puede haber participado de tareas domésticas, etc.
Sin embargo, la presencia de un profesor es fundamental en el camino de aprendizaje de niñas y niños, ya que las actividades diarias se ordenan, estructuran, priorizan y evalúan. Las habilidades y actitudes se instalan como aprendizaje formal, cobran sentido, se resignifican. La figura motivacional del docente fomenta el potencial cognitivo del alumno, por lo que el acto de enseñar es muy importante para que se produzcan aprendizajes.
El ámbito del aprendizaje actual ya no tiene como límite el espacio del aula, porque no sabemos cuánto tiempo estaremos en configuración híbrida. Entonces, estamos invitados a ampliar la sala de clase hacia un contexto nuevo, en donde los estudiantes aprenden porque el docente configura un ambiente adaptado a sus necesidades. Ante esto, proponemos que esta nueva enseñanza sea de exploración y descubrimiento.
Podemos articular el currículo con metodologías que transfieran el protagonismo al estudiante llevándolo a la construcción de aprendizajes individuales o en colaboración. Poner a niñas y niños en el centro significa relevar que tienen oportunidad de descubrir, que puedan aprender de muchas formas y que el docente se convierta en alguien que los acompaña, les proponga puntos de vista para dialogar y reflexionar.
Desde la expertise disciplinar, los docentes tienen recursos para presentar contextos y dejar las preguntas abiertas. También tienen para dejar que los mismos estudiantes identifiquen las preguntas e inicien el camino de descubrir y proponer diversas soluciones.
Queremos poner el foco en mirar las oportunidades, hacer todo lo necesario para apalancar lo aprendido y reforzar las habilidades propias del sXXI que serán fundamentales en el contexto de las próximas décadas. En ese sentido, estamos invitados a liderar un cambio que facilite fundamentalmente la incorporación de nuevos conocimientos en la escuela y de accesibilidad digital para toda la comunidad educativa.
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